La escasez de agua en el embalse de Valdecañas ha dejado al descubierto los restos de un gran dolmen, conocido como Dolmen de Guadalperal, de unos 4000 años de antigüedad, se encuentra en el término municipal de El Gordo aunque su cercanía a la localidad de Peraleda de la Mata y su acceso desde esta misma localidad ha provocado que sus habitantes, y en concreto una asociación llamada «Raíces de Peraleda», lo hayan considerado como uno de sus bienes más preciados y hayan solicitado a las administraciones competentes acciones que conlleven la conservación de este monumento megalítico.
El dolmen fue descubierto en 1925 por el capellán alemán Hugo Obermaier que lo excavó durante los dos años siguientes y trasladó todo lo que encontró en su interior a Berlín, solo manteniendo las piedras en sus lugares originales. En 1963 con la construcción del embalse de Valdecañas el dolmen quedó sumergido, en años de sequía extrema se puede apreciar parte del dolmen por encima de las aguas pero hasta este año no ha quedado totalmente descubierto lo que ha propiciado una gran difusión en redes sociales y medios de comunicación para promover una urgente conservación antes de que las aguas del embalse lo vuelvan a cubrir.
En una de las piedras principales del dolmen se encuentra un grabado, ya casi totalmente borrado por la erosión del agua, que hasta ahora se atribuía a la figura de una serpiente, Ángel Castaño, vecino de Peraleda, plantea actualmente otra hipótesis, que esa inscripción corresponde a un mapa del recorrido del río Tajo por la zona donde se encuentra el dolmen, de confirmarse esta hipótesis estaríamos ante uno de los mapas más antiguos.
La solución para este dolmen no es fácil, «Raíces de Peraleda» propone el traslado del monumento a una zona próxima que no se inunde, para que pueda ser conservado y visitado ya que el entorno en el que se encuentra actualmente el dolmen no es el original, las piezas halladas en él han salido del país y el agua en el que habitualmente está sumergido lo deterioran a una gran velocidad. Otras personas no son partidarias de cambiar de ubicación el monumento ya que en si mismo, sin considerar el entorno, la orientación, y la ubicación exacta, el monumento perdería todo su significado, se perdería el valor real del monumento y pasaría a convertirse en un simple «adorno», en un conjunto de piedras sin ningún valor histórico.