Somos seres gregarios, necesitamos el contacto con el resto de la humanidad pero igualmente todos tenemos nuestros momentos de soledad, momentos indispensables para encontrarnos con nosotros mismos, con nuestros pensamientos, nuestras ilusiones, nuestros problemas … muchos encuentran esos momentos en lo más oscuro de su habitación, entre el resbalar de sus lágrimas, delante de un altar o de la barra del bar … otros como yo prefieren la tranquilidad de la montaña, lugares recónditos para respirar aire puro, donde el paisaje te hace sentir el más minúsculo ser en la faz de la tierra, donde el único ruido que perturba tu tranquilidad sea el volar de un buitre o el susurro del aire resbalando por las grandes moles cuarcíticas … uno de esos lugares es la «Mesa de las brujas», en Cañamero, un lugar con vistas inmejorables, tranquilidad, y multitud de leyendas que lo convierten en un lugar mágico, misterioso, salvaje … un lugar donde perderse por unos minutos, donde encontrarse a si mismo, donde soñar, donde reir, donde llorar …